El lente de Nico Carrasco graficó una gran amistad

Como todo lo que hizo en su vida, seguramente con su cara de hombre rudo, pero con una ternura que pocos descubrían hasta conocerlo más profundamente. Tremendo amigo, alto y asustador. Su mirada inquisidora, sin embargo escondía un niño chico, capaz de conmoverse ante cualquier situación que para otros parecía un hecho normal.


Lo conocí cuando el Sindicato de periodistas de China invitó a 6 de los nuestros, exactamente el 1 de octubre de 1999, ocasión en que se celebraban 50 años de la Revolución liderada por Mao Tse Tung.
¿Sorprendente? Claro, como pocos. Mientras Paulino (a la época vice presidente nacional del Colegio), el más conocedor de la lengua de Shakespeare nos servía de traductor, Rodolfo simplemente hablaba solo en español… con los chinos.
“Claro puh iñor, lléveme la maleta”, le oí decir a un botones de un hotel en Shangai pues su humanidad de no sé cuantos kilos lo hacía andar como perdonando al viento, en palabras del cantante Piero.


Y no fue solo esa vez. Cada vez que necesitábamos un traductor, comenzamos a olvidarnos de Paulino porque los chinos, crean, le entendían mejor al representante de la zona huasa que al vicepresidente del Colegio de Periodistas.
¿Comprometido con el Colegio?. Quizás el más de entre nosotros. Delegado de la Región de O`Higgins, jamás faltó a una sesión. Se las arreglaba para viajar cotidianamente a las reuniones del Consejo Nacional sin jamás pedir nada a cambio. Ni pasajes, menos alimentación.


Rancaguino (no estoy seguro pero la ciudad histórica la llevaba en la piel), profesor de educación física, maestro de las nuevas generaciones en este oficio de pegarle a la teclas, trabajó hasta que las fuerzas minadas por un cáncer que soportó por largos 5 años lo abatió. Pero es que, tozudo como pocos, decía que la enfermedad no podría con él…
Pero pudo.
Hoy, a pocas horas de su deceso, un abrazo y nuestra gratitud a la vida por haberlo colocado en nuestro camino… hasta siempre colega y amigo

Tebni Pino Saavedra

PD. No le cuentes a nadie, viejo amigo. Pero no pude esconder las lágrimas cuando supe que te habías ido.

Print Friendly