Desde los albores de la humanidad existe la educación inicial. Si nos abocamos a nuestra propia historia, ya en la época precolombina las primeras lecciones a los más pequeños eran dictadas al interior de las familias, con estilos parentales bien definidos, sean éstas entregadas para objetivos de supervivencia o por tradición cultural y en donde también los clanes tenían mucho que ver en la educación del nuevo integrante de la comunidad. La colonización hispana hizo otro tanto formando improvisadas escuelas para impartir el catecismo junto a otras disciplinas donde el arte tenía un importante lugar.

Sin embargo, las experiencias formales no comenzaron a establecerse en Chile sino hasta la segunda mitad del siglo XIX, proveniente de las nuevas corrientes pedagógicas que cobraban fuerza en el viejo continente. Entre los precursores se cuentan principalmente a Federico Froebel, cuya obra “Educación del Hombre” fue traducida en nuestro país por José Abelardo Nuñez, dando paso a los primeros acercamientos a este nuevo concepto de Educación por sobre la instrucción pura.

Con el surgimiento de la figura de María Montessori y su particular mirada de la educación infantil,comienza en nuestro país a tomar fuerza un movimiento educativo que tiene cuna en la Universidad de Chile: en sus aulas se crea la primera Escuela de Educadoras de Párvulo en el año 1944 de manera experimental, un 22 de noviembre que es la fecha en que hoy se celebra el Día de la Educación Parvularia desde el año 1991, en recuerdo del nacimiento de la formación de profesionales en esta área.

Referentes de la educación inicial

Desde los antiguos experimentos en orfanatos donde se establecían grupos control para constatar la efectividad del estímulo del contacto humano por sobre la alimentación meramente asistencial, hasta el proyecto High Scope con el seguimiento de individuos desde su vida pre-escolar hasta su desempeño laboral, cada vez más estudios validan la importancia de la intervención temprana en los niños, ejercida por adultos altamente capacitados, que comprendan el proceso evolutivo de los niños y sean un puente mediador efectivo entre ellos y el ambiente en el que se desenvuelven.

Nuestras raíces son aún jóvenes, pero tenemos referentes sólidos para nuestra labor diaria. Precursores como Juan Rosseau y sus reflexiones filosóficas sobre el ser humano, pasando por el gran aporte de Jean Piaget y sus detalladas observaciones del comportamiento infantil, Feurstein con su visión mediática de la figura del educador y nuestra entrañable María Victoria Peralta y toda una generación nacional pionera en esta especialidad, nos han precedido en la tarea de luchar por la calidad de la educación inicial.

Sin embargo, es un tema en el que nuestro país sigue al debe, no sólo en torno a políticas públicas, si no como una sociedad donde se ve reflejado el éxito académico en otras disciplinas. Si los colegios emblemáticos dentro de sus rankings ostentaran la elección de sus estudiantes por esta rama profesional o por cualquiera de las pedagogías, harían honor al trabajo bien hecho, ya que no hay mayor orgullo que constatar que el aprendiz quiera ser como el maestro.

Reza la Biblia en la parábola de los cimientos, que al construir una casa, se debe cavar hondo y poner las bases sobre la roca. Así de trascendental es la educación inicial para todos los niveles de formación e instrucción que le siguen.

Un profesional integral

A pesar de la innegable importancia de nuestra labor, son muchas las amenazas con las que luchamos cada día: la tecnología mal usada y abusada, los múltiples casos de maltrato por parte de aquellos que olvidan el apostolado de esta profesión y lo sagrado que son los hijos, la excesiva escolarización de las aulas iniciales, el cliente por sobre el apoderado, padres con débiles roles parentales… y la lista sigue. Aun así – y constatando estos elementos adversos en la televisión, las redes sociales y otras vías – muchos jóvenes siguen optando por esta vocación, lo cual representa para nosotros, sus formadores, un mayor desafío. Las herramientas deben ser cada vez más flexibles y extensas para lidiar no solo con el proceso de aprendizaje de sus pequeños estudiantes, sino también para trabajar en contextos sociales cada vez más adversos.

No hay profesional capacitado en forma más integral, en todas las áreas posibles del desarrollo humano, que los educadores y profesionales de la Educación de Párvulos. Entre sus múltiples conocimientos para la atención de calidad de los niños en formación, ellos deben saber sobre salud, nutrición, primeros auxilios, matemáticas, lenguaje, arte, música, ciencia, literatura, psicología, ética, familia y comunidad, evaluación, estadística…y una vez en el mundo laboral, además de poner en práctica cada una de estas disciplinas, somos en muchos casos, segundas madres y padres y el hombro en el que las familias se apoyan.

En esta, nuestra semana, vaya desde Santo Tomás para todos aquellas personas que trabajan en pos de la Educación Inicial, nuestro más sincero homenaje y el llamado a seguir trabajando por aquellos que son el motor de nuestra labor, la luz que ilumina nuestro a veces tan oscuro mundo y que con su pureza mantienen nuestras almas eternamente jóvenes y que pasan a ser hijos del corazón: los niños.

Alejandra C. Morales Arias
Directora Área Educación
Santo Tomás Rancagua

 

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