Se trata de una iniciativa pionera en Chile ejecutada por el Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) y financiada por el Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (FONDECYT).

La nanotecnología se refiere al diseño y uso de nanomateriales con fines industriales, médicos o científicos, entre otros, en donde una nanopartícula es equivalente a una mil millonésima parte de un metro y se podría representar como una pelota de tenis en comparación con todo el planeta Tierra”. Así explicó el Doctor Jaime Mejías, la tecnología que está utilizando el Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA), en el desarrollo de un fertilizante de aplicación foliar (en las hojas) para potenciar la producción ganadera y los cultivos de la zona sur de Chile.

Marta Alfaro, Subdirectora Nacional de I+D del INIA, en un reciente viaje al sur de nuestro país, dio a conocer los alcances de esta iniciativa. “En esta visita a INIA Remehue hemos estado trabajando para discutir los avances del proyecto Fondecyt 1180775, que tiene como objetivo desarrollar un nuevo fertilizante que se pueda usar como aplicación foliar, para las praderas y cultivos del sur del país, utilizando nanotecnología”, detalló.

Alfaro agregó que “lo que buscamos con el proyecto, utilizando esta tecnología, es generar un fertilizante que sea altamente eficiente, que en bajas dosis aplicado a nivel foliar pueda generar el mismo impacto productivo que con 3 ó 4 veces la dosis del fertilizante tradicional que usan los productores”. Añadió que “esto se debe a que estos suelos son altos en contenido de materia orgánica y, por tanto, el uso de fertilizantes tradicionales al suelo es muy ineficiente y potencialmente puede producir pérdidas al medioambiente”.

“El desarrollo de este producto –del cual estamos a medio camino- puede significar un tremendo impacto para los productores agropecuarios de la zona sur de Chile, porque les permitiría ahorrar en fertilizantes, en términos económicos, manteniendo la producción en las praderas y los cultivos y a la vez, reducir el potencial impacto ambiental que la actividad tiene tanto en el agua como en el aire”, finalizó Marta Alfaro.

 

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