Se han puesto a pensar ¿cuándo fue la última vez que se sintieron mal porque algo no les resultó como esperaban? En mi caso, no hace mucho. Y es que desde pequeños, muchos tuvimos que cargar con la negatividad asociada al fracaso y por el contrario vivimos una sobreexposición a la necesidad de ser exitosos. Y es que ambas palabras interactúan a lo largo de toda nuestra vida: colegio, trabajo, relaciones, sólo por nombrar algunas.

Pero… ¿es tan malo fracasar en la vida? Definitivamente no, porque a pesar de lo que se nos inculca desde pequeños, el fracaso sin duda es positivo. ¿Por qué? Porque es una experiencia que conlleva aprendizaje, que nos estimula a querer ser cada vez mejores, a ser autocríticos, a lidiar con distintos tipos de problemas y a formar nuestro carácter: Porque nos remueve, nos saca de lo seguro, de lo confortable. Porque nos enseña humildad y, porque sobre todas las cosas nos impulsa a ser creativos, a romper los esquemas, a “salir de la caja” y mirar el mundo desde sus distintos tipos de matices.

Ya sea por nuestra cultura, historia o educación, lo cierto es que en Chile tenemos intolerancia al fracaso, porque fracasar e simplemente es malo y un sinónimo de debilidad. Así, cuando fracasamos, nos sentimos desilusionados, nos cuestionamos nuestra capacidad para hacer las cosas y en la mayoría de los casos dejamos de perseverar por temor a volver a equivocarnos. Muy por el contrario de lo que ocurre en países más desarrollados como Estados Unidos, Japón, incluso China, donde el fracaso es parte natural del aprendizaje y de la vida.  Donde la educación no se basa en modelos estáticos o rígidos, sino más bien en un aprendizaje integral donde los niños pueden desarrollar distintas capacidades y donde equivocarse es parte del aprendizaje, de la creación y el desarrollo propio de la vida.

Todo lo anterior se extrapola a casi todos los ámbitos, incluso en el trabajo. Un ejemplo es lo que le pasó a Lego que en su época de más crecimiento no fue capaz de advertir la llegada de un mercado más competitivo con niños completamente tecnológicos. Y una vez que lo enfrentó, no lo hizo con la mejor estrategia, provocando una gran crisis financiera. Sin embargo, la crisis les dio la fuerza para convertirse en una de las compañías de juguetes más rentables. ¿Qué hicieron? Se atrevieron a innovar, pero sin perder el corazón del negocio: los bloques de construcción. Redujeron sus líneas, se abrieron a nuevos públicos y buscaron nuevos formatos para comunicar. Lo demás es historia conocida.

Carolina del Río
Gerente de Clarke &ModetCo° Chile

 

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