Debemos considerar que independientemente del género, la presencia de factores de riesgo cardiovascular,  adjudican riesgo de padecer eventos cardiovasculares y  en la presencia de éstos, hay que implementar tanto en hombres como en mujeres, medidas agresivas de control y cambios de hábitos de vida. Estos factores de riesgo cardiovascular tradicionales, pueden ser modificables y no modificables.

Factores de riesgo modificables:

Dislipidemia: A medida que aumenta el colesterol y/o  triglicéridos, aumenta el riesgo de padecer una enfermedad del corazón. Si hay otros factores de riesgo presentes (como presión arterial alta y humo del tabaco), este riesgo aumenta aún más. El nivel de colesterol de una mujer,  también depende de la edad,  la herencia y la dieta. A continuación encontrará información sobre los niveles apropiados de colesterol:

Colesterol total: menos de 200 mg/dL. Para el colesterol LDL (malo): si el riesgo de padecer enfermedades del corazón es bajo: menos de 130 mg/dL si el riesgo de padecer enfermedades del corazón es intermedio: menos de 100 mg/dL, si el riesgo de padecer enfermedades del corazón es alto (incluyendo las personas que ya padecen de enfermedades del corazón o diabetes): menos de 70 mg/dL. Colesterol HDL (bueno): 40 mg/dL o más para los hombres y 50 mg/dL o más para las mujeres. Triglicéridos: menos de 150 mg/dL.

Hipertensión arterial: Se considera óptimo un valor de la presión arterial igual o menor de 120/80 mmHg. Se considera “prehipertensión” a los valores 120-139/80-89 mmHg, y es necesario que se controle cuidadosamente. Se considera presión alta un valor de 140/90 o superior.

Tabaquismo: Durante las últimas décadas,  se ha observado un incremento en el número de mujeres que fuman. El riesgo que corren las fumadoras de desarrollar una enfermedad del corazón es de 2 a 4 veces más que las no fumadoras. Además, fumar cigarrillos interactúa con otros factores de riesgo para aumentar de manera significativa el riesgo de sufrir enfermedades coronarias del corazón.

Actividad física: Llevar un estilo de vida inactivo constituye un factor de riesgo para las enfermedades cardiovasculares. La actividad física regular, moderada a enérgica, ayuda a prevenir enfermedades del corazón y de los vasos sanguíneos. Mientras más enérgica es la actividad física, mejores serán los beneficios. Sin embargo, incluso las actividades moderadas a intensas, ayudan si se las realiza de manera regular y a largo plazo. La actividad física puede ayudar a regular el colesterol en la sangre, la diabetes y la obesidad, como así también a disminuir la presión arterial y el ritmo cardíaco en la mayoría de las mujeres.

Obesidad: Las mujeres que tienen exceso de grasa en el cuerpo, concentrada particularmente en la cintura (circunferencia abdominal mayor de 82 cm),  tienen más posibilidades de desarrollar enfermedades del corazón o de sufrir un ataque cerebral,  incluso si no presentan otros factores de riesgo. El sobrepeso aumenta la actividad del corazón y de presentarse diabetes o trastornos de los lípidos.

Diabetes: La diabetes puede provocar que el azúcar en la sangre aumente a niveles peligrosos. La mayoría de los alimentos que consumimos se convierten en glucosa, o azúcar, que nuestro cuerpo utiliza como energía. El páncreas, un órgano que se encuentra cerca del estómago, produce una hormona denominada insulina para ayudar a que la glucosa llegue a las células del cuerpo. Las mujeres diabéticas adultas, mueren mayormente por enfermedad cardiovascular, ya que la diabetes acelera la aterosclerosis, por este motivo, toda diabética es considerada enferma cardiovascular y debe ser evaluada y seguida por el cardiólogo, incluso antes de hacerse sintomática.

Estrés: Algunos científicos han descubierto que existe una relación entre el riesgo de padecer una enfermedad del corazón y el estrés en la vida de una persona. Las mujeres en edad menopáusica padecen frecuentemente de depresión y con frecuencia se hacen menos tolerantes a situaciones de incomodidad socio-económicas-emocionales,  siendo común el mal manejo el estrés y la ansiedad. Se cree que la conexión está relacionada con la manera en que el estrés puede afectar los factores de riesgo establecidos.

Alcohol y drogas ilegales: La ingesta de licor va en incremento en las féminas. Beber demasiado alcohol puede elevar la presión arterial, causar insuficiencia cardiaca o provocar un ataque cerebral. Puede contribuir a elevar los triglicéridos, inducir cáncer y otras enfermedades y provocar los latidos irregulares del corazón.

Factores de riesgo no modificables:

Edad: Aproximadamente el 82% de las personas que mueren por una enfermedad del corazón tienen 65 años de edad o más. A mayor edad, las mujeres que sufren ataques al corazón tienen más probabilidades que los hombres de morir por esta causa en unas pocas semanas.

Herencia y raza: Las hijas de padres con enfermedades del corazón tienen más probabilidades de padecerlas. Los afroamericanos registran valores de presión arterial alta más graves que los caucásicos y un riesgo más alto de padecer enfermedades del corazón. Asimismo, el riesgo de las enfermedades del corazón es más alto entre chicanos, amerindios, hawaianos nativos y algunos asiáticos estadounidenses. Esto se debe a las tasas más altas de obesidad y diabetes. La mayoría de la gente con fuertes antecedentes familiares de enfermedades del corazón presentan uno o más de los otros factores de riesgo. Al igual que no  se pueden controlar la  edad, sexo y raza, tampoco se puede controlar los antecedentes familiares. Por lo tanto, es mucho más importante tratar y controlar cualquier otro factor de riesgo que tenga.

En conclusión, independientemente del sexo, al recibir a una paciente con uno o más factores de riesgo cardiovascular, la intervención farmacológica y en los hábitos de vida, es la norma primordial; démosle a las mujeres el beneficio de la duda, profundizando sobre el diagnóstico e intensificando en el tratamiento, sin sesgo de género.

Dra. Triny Rojas
Cardióloga del Hospital
de Santa Cruz

 

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