Tal como en tiempos pasados, que a pesar las canas no siempre fueron mejores, en nuevo año y con renovados bríos, O’Higgins está al borde de salir sin pan ni pedazo de la Copa Chile. La desidia y las pocas ganas de tomar en serio el torneo, han hecho que esta competencia nunca haya sentido el respaldo serio de la institución.

En sus 20 años de arduo trabajo, con altos y bajos, como la vida misma, jamás se logró crear las condiciones para que este trofeo, el único que no está en las vitrinas exiguas de El Monasterio Celeste, sea preciado con las ganas de victorias ausentes en Rancagua.

Cómo olvidar la gesta épica de Joel Molina (eximio lateral izquierdo), que lanzó un zurdazo potente en el estadio Nacional ante Colo Colo (año 1994) y que a la postre, se transformó en la insuperable oportunidad de alcanzar la gloria (perdimos por penales), acompañados de 31.371 espectadores, entre los que obviamente estaba yo, allí en el codo sur del recinto.

Sin embargo, esta historia de gloria efímera, pasajera y hoy quimérica, es un conjunto de ensayos y errores; de pruebas inconclusas; de experimentos fallidos; de planes mal diseñados y de escasa seriedad respecto de aquellos que lideraban los proyectos.

Como muchas veces, el apremio del triunfo es protagonista, cuando pudiste arribar a esta fecha, con las cosas resueltas. Si Rangers no es superado en el marcador (o empate dependiendo de otros), porque en el juego da lo mismo, la Copa Chile vuelve a ser un fracaso, así de simple y sin palabras melosas que lo adornen. O’Higgins, en un grupo accesible, no pudo superar a Temuco, que acaba de despedir a su técnico, no le ganó ni una serie a Huachipato y con el rival de turno, tuvo problemas hasta el final en San Fernando.

Solo resta encomendarse a la Virgen, madre de todas las madres El domingo en su día. Que DIOS y el nuevo Papa León XIV nos pille confesados.

Manuel Polgatiz Cádiz
Periodista
Comentarista deportivo

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