Los grandes pensadores siempre tienen algo que aportar. Tal es el caso de Tomás de Aquino, que, por su aporte intelectual y vital, es patrono de numerosas instituciones de educación – entre ellas la Universidad, Instituto Profesional y Centro de Formación Técnica Santo Tomás –. Lo celebramos durante la cuarta semana de agosto, por la cercanía en el tiempo con una fecha relevante para su doctrina: la publicación de un documento del Papa León XIII en que se le proponía como modelo a seguir en sus doctrinas acerca de Dios, de la vida y del hombre.

¿Cuáles fueron sus aportes?

Su método de estudio y de análisis de la realidad, que permite discernir y distinguir lo verdadero de lo falso, lo esencial de lo accidental, ante una realidad compleja.

El peso de nuestras decisiones como seres libres, hechos para la verdad, el bien y la felicidad -que Aristóteles describe como “florecimiento” de nuestras capacidades.

La importancia de una educación que nos perfeccione potenciando al máximo cuanto somos. Educar es ir por delante en la verdad y el bien, pues “Así como es más perfecto iluminar que lucir, así es más perfecto comunicar a otros lo contemplado que contemplar exclusivamente”.

El ejercicio de las virtudes como hábito perfectivo que nos dispone a elegir y obrar el bien y nos acerca a nuestra felicidad, ligada al bien. A esto dedica numerosas páginas y alude a muchas virtudes, también aplicables a la educación, que “es conducir”, guiar, ayudar a que cada persona cumpla su fin, su sueño de ser la mejor versión de sí mismo.

Y tras esa aspiración hay una mirada sobrenatural: la conciencia de un don recibido -el ser, la vida, la dimensión espiritual-, al que podemos responder para acercarnos a nuestro fin último, Dios.

A eso se suma su inspiración en valores que hemos hecho nuestros en las instituciones Santo Tomás: el amor a la verdad para discernir entre lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo usando el pensamiento crítico. Con la fraternidad y la solidaridad nos sabemos hermanados con cuantos nos rodean y nos ayudamos mutuamente. Desear metas elevadas y recibir la ayuda de quienes nos preceden, también de Dios, promueven excelencia y esfuerzo -imposible sin amistad y confianza. Y el respeto e inclusión, porque cada persona es un ser único e irrepetible.

Realmente son muchas enseñanzas. Queda la invitación a conocerlo más y a asumir sus desafíos.

María Esther Gómez de Pedro
Directora Nacional de Formación e Identidad
Instituciones Santo Tomás

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