Heródoto dijo: “Ningún hombre es tan tonto como para desear la guerra y no la paz, pues en la paz los hijos llevan a sus padres a la tumba y en la guerra son los padres quienes entierran a sus hijos”. Esto nos lleva a considerar el conflicto entre Ucrania y Rusia, entre Israel y Palestina y sus lamentables pérdidas de vidas humanas, hechos que nos invitan urgentemente a reflexionar sobre la importancia de la paz. No obstante, como nos comenta Bouché Peris, en muchas ocasiones “La paz tal vez no pueda explicarse, sino más bien ser sentida y practicada”.  Por eso, es ineludible recordar que en 1981 la Asamblea General de la ONU, estableció que el tercer martes de septiembre, se promulgara como “Día Internacional de la Paz” que valiera para “conmemorar y fortalecer los ideales de paz en cada nación y cada pueblo y entre ellos”. En los años siguientes, la Asamblea en el 2001 decidió fijar el 21 de septiembre como la fecha donde se observaría “como un día de cesación del fuego y de no violencia a nivel mundial, a fin de que todas las naciones y los pueblos se sientan motivados para cumplir una cesación de hostilidades durante todo ese día”.

En el día de hoy, la paz es considerada y reconocida como un derecho humano fundamental, que es colectivo, inalienable y que concierne a toda la humanidad. El ser humano debe procurar promover la paz como una responsabilidad personal, nacional e internacional. La conferencia general de la UNESCO sostiene que la paz no significa solamente ausencia de conflictos armados y pone en evidencia que no hay paz cuando existen flagrantes violaciones de los derechos humanos, puesto que la paz tiene intrínsecamente una exigencia de justicia, igualdad y dignidad, que es un derecho de todos y todas no importando su nacionalidad, género, raza o cultura. En otras palabras, sin derechos no hay igualdad y sin igualdad no hay paz.

En ese sentido, la paz mantiene un estrecho vínculo con el desarrollo y protección de los derechos humanos, es inherente a la dignidad humana y es una aspiración de todas las naciones y pueblos. Por consiguiente, la paz podría definirse entonces como la ausencia no solo de conflictos armados, sino también como la ausencia de toda violencia estructural causada por la negación de las libertades fundamentales y por el subdesarrollo económico y social. Por otra parte, la paz es un desafío personal y comunitario, pues se establece con compromisos y acuerdos razonables y permanentes.

Finalmente, la paz es un esfuerzo de todas y todos para la construcción conjunta de una sociedad más justa y más humana. Se debe trabajar incansablemente por una “cultura de paz” que prioriza valores, actitudes y comportamientos que promueven el respeto, la empatía, la misericordia y la dignidad para todo ser humano. Como indicó Martin Luther King:” No es suficiente decir que no a la guerra. Es necesario amar la paz y sacrificarse por ella”.

“La paz comienza con una sonrisa”, Madre Teresa de Calcuta

Claudio Colombo Fuenzalida.
Filósofo, Sociólogo y Teólogo.
Docente de Formación e Identidad del IPCFT Santo Tomás.

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