-Seis generaciones de salineros anteceden a Viviana, que es la séptima generación de la familia Menares en estar ligada a la producción y cosecha del blanco mineral en la comuna de Pichilemu.

Su abuelo Pedro Menares Martínez vivió hasta los 122 años y les legó las salinas del sector de Barrancas, en Pichilemu, a sus hijos e hijas y hoy a sus nietos, nietas y “esperamos que las nuevas generaciones sigan con esta tradición”, señala Viviana Menares, parte de la séptima generación de la familia Menares y hoy, Gerenta de la Cooperativa de Salineros de Cáhuil Barrancas y la Villa.

Su padre, Juan Menares,cuando Viviana y sus hermanos eran niños, trabajaba las Salinas, pero -relata la Dirigenta- “cuando entró fuerte al mercado la sal de mina (como es Sal Lobos, por ejemplo) el valor de la sal de mar bajó considerablemente. Nosotros estudiábamos en Santiago,  mi papá se venía en septiembre a trabajar a Cáhuil  y nosotros llegábamos en diciembre y regresábamos con recursos a Santiago, pero después, la sal de mar que se cosechaba, solo alcanzaba para intercambiar mercadería por ella: harina por sal o azúcar por sal… el resto del año mi papá vendía cochayuyo en la calle”.

Viviana regresó a Barrancas hace más de 11 años y lo hizo con “la idea de mostrar este sector tan bonito a los turistas y hacerlo con mi restaurante ‘Las Salinas de Barrancas’, para que las personas conocieran las salinas, sepan cómo se cosecha la sal y disfrutarán de un rico menú”.

Y su emprendimiento resultó, hoy llegan turistas de todo el mundo a conocer el sector, se llevan la sal y almuerzan en su restaurante, que tiene vista a las salinas.

La Cooperativa

Por su parte, su tía Nemesia Menares, dueña también de salinas, la invitó a incorporarse a la Cooperativa de Salineros, pues “querían gente más joven que les ayudara a recuperar el valor y la importancia de la sal de mar que llegó a costar $1.800 y $1.500 el saco de 25 kilos”, es decir, no salía a cuenta cosechar sal”, recuerda.

Así, se pusieron a trabajar, junto a los salineros de Lo Valdivia, comuna de Paredones, y “recibimos el apoyo del Ministerio de Economía, de Minería y de SENCE y logramos poner la sal de mar en el sitial que le corresponde”, rememora Viviana.

Hoy, nos cuenta, que un saco de sal de 25 kilos se vende a $11.000, por ello, “este positivo cambio ha hecho que las personas se interesen en volver a cosechar la sal y esperamos que esto entusiasme a los jóvenes también a seguir con esta labor ancestral”.

Entre quienes regresaron a la cosecha del blanco mineral, se encuentra su esposo, Patricio Arraño, “él es hijo de salinero también y hace dos años decidió cosechar sal nuevamente, pues vale la pena hacerlo”, detalla la Dirigenta.

Viviana Menares, ya cumple más de 5 años como Gerenta de la Cooperativa de Salineros de Cáhuil, Barrancas y La Villa y trabaja, codo a codo, con el Presidente de la organización, Marco Labarca.

Capacitación que genera recursos

Fruto del trabajo con la SEREMI de Minería consiguieron cursos para las mujeres ligadas a la sal de mar. “Logramos que la SEREMI con SENCE capacitaran a esposas e hijas de salineros en la elaboración de productos gourmet y cosméticos en base a sal de mar. Hicieron tres cursos sobre el tema y hoy, venden sal con especias, jabones, esencias y burbujas efervescentes. Esto les ha permitido generar sus propios ingresos, lo que es muy positivo”.

Desde su experiencia, ¿qué pueden aportar las mujeres a la minería no metálica, como es la cosecha de la sal de mar?

-Las mujeres siempre han estado en la venta de sal y han estado presentes porque hacen saquitos pequeños para que sus esposos puedan vender bien presentada la sal y ayudan también vendiéndolas en kioscos a orilla del camino. Es decir, están en el marketing de la producción de la sal, resume.

Pero no están en las salinas… Usted, ¿ve posible que las mujeres cosechen sal de mar?

-Es una ‘pega’ pesada que no todas las mujeres se atreverían a hacerla, es una pega de sacrificio; sacar el agua y desbarrar es demasiado pesado y la sal es muy pesada, además hay que transportar sacos de 25 kilos”.  Pese a esta mirada, agrega que “todos podemos aportar porque las mujeres, muchas veces, tenemos más iniciativas que los hombres”.

También explica que “si alguien quisiera podría entrar, pero tiene que aprender y es ahí donde yo echo de menos el interés de las nuevas generaciones. Para nosotros -como familias salineras- sería ideal que el oficio de salinero se enseñara en las escuelas y no se perdiera esta bella tradición que tiene cientos de años”.

Para Viviana Menares continuar con la cosecha del blanco mineral es una tradición que “queremos mantener porque esto es maravilloso: mi abuelo, mi bisabuelo y mi tatarabuelo estaban en esto y haber podido repuntar con el valor de la sal es para nosotros es un legado que él nos deja y queremos que ojalá los sobrinos, los hijos, los jóvenes se interesen en trabajar las salinas, pero para hacerlo hay que aprender”, sostiene.

Las preocupaciones del futuro

Como Gerenta de la Cooperativa de Salineros, Viviana Menares, señala las preocupaciones y dificultades que ven en el cultivo de la sal en la zona de Cáhuil, Barrancas y la Villa.

“De acuerdo a la normativa vigente debemos yodar la sal de mar para poder venderla para el consumo humano y el año 2017, la SEREMI de Minería, nos dejó equipados con una sala para yodarla, pero no contábamos con que la Municipalidad nos diría que estamos en zona de riesgo de tsunami y no la podemos ocupar. Estamos tratando de ver qué hacer, de lograr que nos den un permiso provisorio porque necesitamos que nuestros asociados puedan yodar para que puedan vender, por ejemplo, en supermercados y a la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas, JUNAEB. Hoy, solo la venden en forma artesanal”.

Asimismo, señala que es “necesario incluir en algún proyecto algunos refugios que les permitan a los salineros contar con un área de descanso,  sino están todo el día al sol y al viento y eso al final les afecta la salud de la piel”.

 

 

 

 

 

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