Los ojos vidriosos e inundados en lágrimas. El grito vigoroso de un tipo que le gana a la vida y a sus propias limitantes. Sonrisas fieles y complacientes de amigos y compañeros de ruta que apreciaron su esfuerzo y lo levantaron cuando las fuerzas se esfumaron.

Es el corolario del camino pedregoso, oscuro y sinuoso, que al parecer no tenía fin pero que encontró en una noche roja, el destino deseado.

Tras el triunfo ante Palestino, duro rival que dominó de punta a cabo el primer tiempo pero que no pudo convertir, la euforia se hizo presente en el pasto de El Teniente.

Alejandro Márquez, volante “Celeste”, regresó a la cancha luego de casi 400 días lesionado y al borde del retiro. Solo disputó un par de minutos pero le bastaron para llenarse de energía, ánimo, alegría e ilusión. Salió en andas, como si hubiese sido la figura del cotejo que mete a O’Higgins en la primera posición, pero lo suyo era un triunfo personal, una especie revancha contra sus convicciones y obstáculos.

Allí lo sustuvo, por ejemplo, Augusto Batalla, el mejor arquero por lejos del torneo, quien puño en alto refrendó la labor en equipo desarrollada en la etapa de complemento, donde se encontró el mejor fútbol del 2021. En esa exposición, los intérpretes sacaron a relucir las condiciones que poseen y que muchas veces esconden por considerarse pragmáticos desde la esencia.

Un “Marqués” en la “Batalla” roja de Rancagua, reencontró su lugar en el mundo y atesorará tan preciadamente esa jornada, como si de su debut se tratara.

¡Suerte en este nuevo despertar y O’Higgins, déjate de mezquindades, que tienes herramientas de sobra para luchar!

Manuel Polgatiz C.
Periodista

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