Los padres deben generar un ambiente de confianza, donde compartan que los errores son parte de la vida diaria tanto de los niños como de los adultos. La clave está en aprovechar los errores para generar espacios de conversación que aseguren el aprendizaje.
Independiente de la edad que tengamos, una de las pocas certezas que tenemos es que en varios momentos de la vida nos vamos a equivocar. En los adultos, sobreponerse a estas situaciones es más común, pero en los niños los errores pueden generar altos grados de angustia y frustración.
Cuando los padres se preocupan en exceso por evitar que sus hijos se equivoquen, están limitando las posibilidades de que aprendan de sus errores y que sepan cómo enfrentar y revertir situaciones adversas. En cambio, cuando los papás aprenden a contener y a canalizar la frustración de sus hijos, para convertirla en resiliencia y determinación, los niños se nutren de las experiencias, desarrollan su confianza e incorporan nuevas herramientas para encontrar soluciones más creativas y resolver de mejor forma futuros conflictos.
“Así como los éxitos ayudan a que nos sintamos bien, a que mejoremos nuestra autoestima y a que vayamos fortaleciendo nuestra personalidad, los fracasos nos permiten aprender a diferenciar lo que funciona de lo que no, a priorizar según las consecuencias y a desarrollar habilidades para resolver problemas”, explica la directora de Educación de Jardines Infantiles Vitamina, María Luisa Orellana.
Los padres pueden ayudar a los niños desde temprana edad mostrando con ejemplos lo que es posible aprender cuando se equivocan. A continuación, la experta entrega una serie de recomendaciones:
Ser modelo: Los adultos deben aprender a reconocer que se equivocan y ha verbalizarlo con mayor frecuencia. Que los hijos escuchen de la boca de sus padres un “me equivoqué” y vean que el énfasis está centrado en la búsqueda de otra forma de hacer las cosas, más que en sobre analizar el error, es una forma concreta de modelar su comportamiento futuro. Ejemplo: “Debí haberte escuchado antes de asumir lo que había pasado, lo siento hijo, me equivoque. Para la próxima me asegurare de preguntarte primero”.
Poner las cosas en perspectiva: Lo central es transmitir que los errores deben enseñarnos a aprender cómo evitarlos en el futuro, y que hay errores más graves que otros. Esto requiere que nuestras reacciones frente a ellos sean distintas en cada caso, siendo claros en explicar su importancia. Por ejemplo: No es lo mismo caerse varias veces mientras se está practicando un deporte, que pelear de forma reiterada con un compañero. Lo primero es normal en la medida que se va adquiriendo práctica y experiencia, lo segundo simplemente no es aceptable.
Establecer metas razonables: Pedir que un error “nunca” más se vuelva a cometer es muy diferente a decir “de ahora en adelante espero que lo hagas de una forma diferente”. Pequeños cambios en el lenguaje, invitan a los niños a reflexionar, y a trabajar en su voluntad por ser más cuidadosos. Ejemplo: Si un hijo con frecuencia moja el piso cuando se baña, en vez de decirle “no quiero que nunca más mojes el piso” puedes decirle “para la próxima pon una toalla en el piso antes de salir de la ducha, así evitaras que quede todo mojado”.
Empatía: Cuando un niño cuenta que cometió un error, los padres deben acogerlo y respaldarlo, diciéndole por ejemplo “a nosotros también nos pasan esos problemas/accidentes”, y luego preguntarle “¿Qué harías tu para que esto no te vuelva a pasar?”. Un propósito de aprendizaje es que los niños comprendan que la frustración es parte de la vida y una emoción con la que todos necesitamos aprender a vivir y superar.
Entregar confianza: Es fundamental crear ambientes que hagan sentir seguros y confiados a los niños, evitando que se sientan expuestos. La confianza les dará la oportunidad de fortalecer su autonomía frente a la necesidad de resolver problemas y enfrentar frustraciones en su vida cotidiana. Para lograr esto es muy útil fomentar la práctica en casa de situaciones que a sus hijos le generen conflicto, para que luego las pueda enfrentar de mejor forma ante más gente. Ejemplo: Si un niño está aprendiendo a tocar un instrumento, es recomendable practicar con ellos en casa para que vaya adquiriendo confianza, reforzar con mensajes positivos su avance y empoderarlo a mejorar cada día.
El valor del esfuerzo: Los padres deben apoyar a los niños para que comprendan que lograr metas importantes requiere de esfuerzo y que la satisfacción no siempre será inmediata. Para esto, pueden invitarlos a desarrollar actividades que impliquen seguir ciertos pasos y fortalezcan la paciencia, como cocinar o sembrar y mantener una huerta.
Buen trato: Suena obvio, pero hay que evitar situaciones de mal trato frente al error – como gritos, golpes y castigos – ya que éstas disminuyen la confianza de los niños en sí mismos y sus capacidades. La forma en cómo se educa, en particular lo que se verbaliza y cómo se haga frente al error, es clave para ayudarlos a salir fortalecidos de los momentos problemáticos.
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