No optamos por la vejez ni por la pobreza, sólo llegamos a ellas…

Los años dorados o tercera edad son términos eufemísticos que muchas veces se utilizan para ocultar a otros más duros y reales y que hacen referencia a los “viejos”, “los ancianos”, esos seres que la sociedad olvida e invisibiliza y en ocasiones maltrata, no siempre con un maltrato físico sino con uno peor aún: con el maltrato hacia el espíritu.

“Lo viejo es tu forma de mirar la vejez” reza una famosa y actual campaña televisiva que propende a valorar ese estado final de la vida. En contraposición a ese manto de bondad y de reformulación de la visión sobre la ancianidad, nuestra sociedad esconde una realidad mucho más evidente que se observa en nuestros discursos, en nuestros diálogos, en nuestro día a día, en lo cotidiano.

Veamos algunos simples ejemplos. ¿se ha dado cuenta que todavía hay mucho pudor social al preguntar a una persona por su edad? sobre todo a las mujeres. Se escucha incluso que es de mala educación hacerlo. Otro, después de cierta etapa de la vida suele decirse que se “cumplen veintisiempre”, obviamente esto se hace para ocultar sutilmente la verdadera edad del cumpleañero. Estos dos simples casos reales no hacen más que demostrar una profunda y clara estrategia de evasión del camino hacia la vejez. No queremos llegar a ella, la evitamos, la escondemos, le tememos, en otras palabras y como alguien dijo: nos negamos a reconocernos en el viejo que seremos.

¿Cuántas veces hemos presenciado fiestas en hogares de ancianos en donde se les trata como niños? Les hacen lucir coronas de rey feo o reinas adolescentes y se les habla como si fueran párvulos de un jardín infantil. La verdad es que no lo son. La vejez tiene su propio ritmo, su propia manera de enfrentar la recta final del existir.

La juventud y la niñez por su parte son bellas etapas de la vida, se exaltan hasta el extremo, sin embargo, son tal vez las más efímeras, las recordaremos por siempre, pero ese recuerdo está condicionado a que la cruel Mnemósine no nos diga lo contrario. Complementando el cuadro vital, hay una etapa que dura mucho más en la cronología de la existencia humana y es la vejez, por lo tanto, no la soslayemos con la indiferencia ni con el olvido lacerante. En la juventud aprendemos, en la vejez entendemos. Dos etapas que pueden ser hermosas si lo permitimos.

Cada día nuestro país envejece por causas que no serán analizadas en esta columna, pero todos si no morimos antes, llegaremos a ser viejos y nos convertiremos en esos mismos viejos que muchos no verán pasar o intentarán no ver.

No necesitaríamos campañas publicitarias si de verdad valoráramos y respetáramos la vejez en su propio mérito e importancia y permítaseme una reflexión final y es que cuando Mnemósine abandone nuestra mente y no recordemos muchas cosas, sean nuestros hijos o seres queridos quienes puedan decirle al mundo, respecto de nosotros: “Él no se acuerda de mí, pero yo sí lo recuerdo, sé quién fue y sé quién es para mí”

Victor González M.
Director de Formación de Identidad
IP-CFT Santo Tomás Rancagua

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