Cuando niño más de alguna vez lloré una derrota. Aferrado a las manos húmedas de mis padres, recuerdo varios ascensos a “Primera División” fallidos y gritos de euforia ahogados en lágrimas sinceras. El club era puro empuje y corazón, escaso profesionalismo y tecnicismo, pero repleto de amor irrestricto e invulnerable a la camiseta.
No había Monasterio Celeste ni viajes en lujosos vehículos polarizados, aunque el orgullo de las herramientas hoy disponibles, debieran representar una máxima para cada miembro de la institución. El estallido social y la pandemia del coronavirus son un condimento más de una escena terrible y sufrible para quienes llevan sangre celeste y subsisten aún, en el escenario que hoy presenciamos con los ojos vendados y las manos atadas.
Son tiempos difíciles para el mundo y sus enfermedades, pero también lo son para los hinchas de O’Higgins. No es momento para enfrascarse en discusiones de las que incluso me gustaría ser protagonista, es menester unir fuerzas para salir del pozo oscuro y espeso en el que nos encontramos. Mis amigos dicen que la fe mueve montañas y que jamás hay que abandonarla y aunque yo no crea ni en Dios, necesito aferrarme a algo o alguien para sostener el ánimo.
Jugadores y cuerpo técnico, Rancagua está tras ustedes. Olvidemos las diferencias y los vergonzosos rendimientos de la rueda inicial. Comenzamos una nueva ruta, que será pedregosa, matizada con obstáculos de diversos tamaños y peso. Nadie dice que será fácil, pero quien no lucha no tiene destino en esta vida que nosotros mismos complicamos.
Salten a la cancha con los “dientes afilados y las garras puntiagudas” para derrotar al enemigo, pensando en esos que vieron al equipo del “Gordo” Santibáñez. En aquellos que gozaron con los partidos lluviosos de la Copa Libertadores en El Teniente.
No pierdan de vista a los finalistas de la Copa Chile, ni a los “16”, que, a pesar de la campaña, continúan saltando y tocando el bombo desde el cielo. Por cierto, jamás olviden, mientras juegan con Everton, que en el 2013 se llegó al olimpo y algunos tuvieron la dicha de ver campeón a los rancagüinos, derramando suspiros y agradecimientos en El Nacional.
Estrechemos los brazos, hagamos de las almas una sola y que el trabajo abnegado, solidario y responsable, se transforme en la piedra basal y neurálgica que nos transporte a un lugar de bienestar en la tabla de posiciones.
Muchachos el himno del club lo dice y no por azar, en momentos conflictivos como este, “Tu provincia gritará, la celeeeesteeee, la celeeeesteeee…”.
Manuel Polgatiz C.
Periodista
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