
En los últimos días ha sido tema de conversación en diversos espacios la presentación del grupo chileno 31 Minutos en el Tiny Desk Concert, una reconocida producción de conciertos íntimos “en el escritorio”, que desde 2008 ha contado con la participación de artistas de renombre mundial como Adele, Justin Bieber o Dua Lipa, entre otros.
Más allá del indudable logro artístico que significa para este grupo nacional participar en este espacio con una propuesta que mezcla lo musical y lo teatral, quisiera destacar la profundidad del mensaje cultural que transmite su propuesta.
Me atrevo a subrayar dos aspectos esenciales.
En primer lugar, 31 Minutos logra valorar lo propio, lo genuino, para comunicar un mensaje trascendente, que va más allá de lo inmediato y cotidiano. A través de su humor y sencillez, invita a reflexionar sobre valores que construyen una vida buena y significativa. En sus canciones aparecen temas tan cotidianos como “sacar las rueditas a la bicicleta”, las primeras experiencias del amor juvenil, “el pololeo” o la búsqueda del equilibrio espiritual necesario para vivir plenamente o todo lo que está significando hoy para la niñez y la adolescencia el impacto de la televisión y las pantallas. Estos son mensajes que, desde lo simple, enseñan sobre la importancia de crecer, amar y cuidar lo esencial de la vida de los seres humanos.
En segundo lugar, en un contexto nacional y mundial con frecuencia marcado por la tristeza, la violencia o la desesperanza y la muerte, 31 Minutos nos ofrece un espacio para alegrar el alma. Sus canciones, su humor y sus mensajes nos recuerdan aquellos elementos que pueden reanimar nuestra existencia, ayudándonos a renovar fuerzas para seguir enfrentando nuestras luchas personales, familiares, sociales y universales, siempre desde el respeto irrestricto a la dignidad de todo ser humano.
Éstas y otras tantas pueden llegar a ser 31 buenas razones para seguir creyendo en el amor.
Christian Guzmán Verdugo
Subdirector de Formación e Identidad
Instituciones Santo Tomás
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